Las luces vuelven a
encenderse, la cámara vuelve a rodar y la traducción vuelve a importar en el
único blog que anuncia su vuelta en octubre y no publica una entrada nueva
hasta el último día de febrero. No es por excusarme, pero dicen que el tiempo es relativo, ¿no?
Y, si alguien sabe de relatividad, esos son los traductores.
Al contrario que en las
matemáticas, en traducción es muy difícil que dos más dos sume cuatro. A no ser
que se trate de un cuatro muy bien argumentado, claro. Un mismo problema puede
tener cientos de soluciones válidas, y aquí lo que importa es saber explicar de
una forma convincente por qué te has decidido por una de ellas. Y, claro, ya os
podéis imaginar que esto da pie al debate (un pie de, por lo menos, Pau Gasol).
De hecho, hoy vamos a hablar de uno de los aspectos más discutidos dentro de
esta disciplina: la traducción de los nombres propios. Prometo que, por una
vez, esto no es una excusa tonta para volver a hablar de superhéroes. Es una
excusa tonta para hablar de Disney.
Por alguna razón que
desconozco, se ha extendido entre nosotros la idea de que los nombres propios
no se traducen. En realidad, hasta el mismísimo Iker Jiménez tendría problemas
para defender esta leyenda urbana. Como ya hemos anunciado, todo dependerá del
caso. Pese a que la mayoría de ellos no presentan ningún significado, algunos
sí que ofrecen connotaciones que sería ideal conservar en la transferencia a
otro idioma. No es lo mismo llamarse «Harry» que «The Dude» o «The Big
Lebowski». Es probable que haya que meter mano en aquellos nombres que contengan
cierta carga semántica e indiquen alguna información sobre su dueño.
De todos modos, hay que
hacer especial hincapié en que no estamos hablando de una receta universal.
Todo dependerá del contexto, ese leal ayudante de los traductores que hace más
llevadera su soledad autónoma. Y, ojo, que esto ya lo predijeron los Simpson. En
el legendario especial de Halloween de la undécima temporada, Bart y Lisa
adquieren poderes y se convierten en los justicieros enmascarados Chica Hierro
y Chico Goma (sabía que iba a acabar metiendo superhéroes por algún lado). Durante
su primera aventura, hace acto de aparición Lucy Lawless, la actriz que daba
vida a Xena, la princesa guerrera. En el
doblaje español, tradujeron el nombre de la intérprete como «Lucy Sin Ley». Este vídeo
nos permite disfrutar del momento en todo su esplendor. Efectivamente, esa es
la traducción literal de «lawless»,
pero, al tratarse de un apellido de una persona popular a la que se conoce por
su nombre original en todo el mundo, decidirse por esta
solución chirría más que el Hombre de Hojalata haciendo estiramientos.
Aparte de la mencionada
carga semántica, al decidir cómo traducir un nombre propio también hay que
tener en cuenta si el receptor será capaz de identificarlo. Aquí puede ser
necesario comprobar cómo se ha traducido el término de manera previa con el fin
de respetar la intertextualidad. Como ya he dicho, no quiero recurrir a adultos
en pijama que salvan el mundo en esta entrada, pero ya nos han servido para
explicar este punto en otras
ocasiones.
Como siempre ocurre en
la traducción audiovisual, además de todo lo expuesto, en las decisiones
relacionadas con nombres propios también influyen factores externos. A muchas
personas les ha extrañado que el último estreno de Disney, Moana (2016), se haya titulado Vaiana
en España. Pues bien, todo fue culpa de una colonia. Una empresa cosmética
tenía registrada la marca «Moana Bouquet» como nombre de uno de sus perfumes y
esto imposibilitaba a la casa del ratón mantener el título en nuestro país
desde un punto de vista legal. Y si este motivo os llama la atención, esperad a
que os cuente por qué tuvieron que renombrar al personaje en Italia. En la nación en forma de bota, esta modificación se debió a que Disney quería evitar que el
nombre de una de sus princesas coincidiera con el de Moana Pozzi, conocida
actriz porno fallecida en los noventa. La verdad es que, si no se hubiera recurrido
esta medida, las búsquedas en Google de los niños italianos después de ver la
película habrían obtenido unos resultados bastante curiosos…
Como era de esperar, en
Disney fueron muy cuidadosos con la elección del nombre alternativo de su nuevo
personaje para aquellos territorios de Europa donde la marca «Moana» se relaciona con otros productos. «Moana» significa en maorí «océano, mar
profundo o gran extensión de agua». Por otro lado, «Vaiana», palabra de origen
tahitiano, quiere decir «agua procedente de la cueva». Podemos entrar a
discutir cuál nos «suena mejor», pero ambos reflejan la personalidad del
personaje y le aportan un necesario exotismo. De todas maneras, este mimo
a las adaptaciones de sus productos por parte de Disney no debería extrañarnos,
puesto que es marca de la casa. Son muy conscientes de que la taquilla internacional
es tan o más importante para amortizar sus producciones como la recaudación
americana y mantienen bastante control sobre el doblaje y la traducción de sus
largometrajes. De hecho, en todas las copias en versión original que se
estrenaron en nuestro país se podía oír a los actores (entre ellos, The Rock) diciendo
también «Vaiana» en lugar de «Moana» en inglés. Es decir, que se molestaron en volver a grabar algunas partes con el mercado internacional en mente. Pocos se
preocuparían por estas cosas. También es cierto que pocos tienen tantos medios
como ellos, pero esta atención a las adaptaciones a otros idiomas no deja de
ser destacable e inusual.
En conclusión, hacerse
un nombre cuesta, pero adaptarlo a otros idiomas conlleva un esfuerzo todavía
mayor. Los casos que recoge esta entrada son un claro ejemplo de la gran
cantidad de variables que pueden influir sobre el resultado final. Traducir
nombres propios es como anunciar el ganador de un Óscar: puede parecer
sencillo, pero, si cometes un error, tendrá consecuencias desastrosas.
Una entrada muy interesante. ¿Y qué me dices de cuando, en algún momento del guion, hay un juego de palabras o doble sentido con el nombre? Si no se traduce el nombre o se ha traducido de determinada manera, después puede dar más de un quebradero de cabeza.
ResponderEliminarMe parece muy loable que se molestaran en volver a grabar en versión original con el nombre elegido para España.
Exactamente como pasó con Hodor en Game of Thrones. Supongo que si los traductores y los doblajistas hubieran sabido con anticipación el por qué del nombre Hodor, lo hubieran modificado para que coincidiera con eso de "sujeta la puerta".
Eliminar¡Gracias por comentar, chicas!
ResponderEliminarCon los quebraderos de cabeza que provocan casos tan sencillos como los que hemos repasado en la entrada, no me quiero imaginar lo complicadas que deben resultar situaciones como las que habéis planteado. Me viene a la cabeza ( y perdonadme por tirar una vez más hacia los superhéroes) Doctor Strange, película protagonizada por Benedict Cumberbatch el año pasado. El personaje siempre se había conocido como Stephen Extraño en España, pero, en esta ocasión, se decidió mantenerlo en inglés por motivos de marketing. Ya os podéis imaginar que los chistes sobre el significado de su apellido no se pudieron salvar, aunque el traductor, Quico Rovira-Beleta, se las apañó para meter alguna referencia a la traducción del nombre de toda la vida.
Me ha hecho gracia que comentaras el caso de Vaiana, pues yo doblé a Sina (la madre de Vaiana), y me acuerdo que durante las sesiones de doblaje más de una vez se me escapó un "Moana", porque el original que nos pasaban a los actores de doblaje era el de Estados Unidos. Es difícil pronunciar un nombre cuando todo el rato oyes otro ��
ResponderEliminarHola, Thais. Gracias por leerme. ¡Qué ilusión!
EliminarPues no lo había pensado, pero cuando cambian nombres así a lo loco está claro que debe acabar afectando a vuestra actuación. A mí me sería difícil no confundirme, desde luego.
¡Enhorabuena por tu trabajo!
¡Hola, Yeray!
ResponderEliminarUn artículo muy interesante sobre el eterno debate de la traducción de los nombres y todo lo que conlleva. En muchas ocasiones no nos damos cuenta de las decisiones que hay detrás y por qué se hace una cosa y no otra.
El caso de Moana/Vaiana hacía tiempo que lo había escuchado pero no había llegado a enterarme de por qué se había comercializado con este nombre en España. ¡Gracias por el dato!
Saludos.