Allá
vamos. Otra vez. De nuevo.
Supongo
que nos podemos ahorrar el párrafo con las inevitables (y enésimas) disculpas
por la errática cadencia de publicación del blog e ir directamente al turrón,
¿verdad? A ver si, aprovechando el empujón de la vuelta al cole, consigo producir
nuevas entradas con una mayor regularidad y nos leemos más a menudo, que tengo
preparadas un par de sorpresas muy interesantes. Como siempre, me preocupa
mucho más la calidad que la cantidad, pero intentaremos que la balanza se
equilibre un poco. Gracias por seguir ahí, de todos modos. A ver qué nos depara
esta «tercera temporada».
Vaya,
pues al final no nos lo hemos ahorrado.
Lo
que sí voy a intentar evitar, más que nada porque me parece que quedaría muy
pedante, es decir que estos meses de ausencia he estado trabajando en varios
proyectos relacionados con la divulgación traductológica que espero que vean la
luz pronto. Lo último que quiero es que el lector piense que he incluido unas
ciento ochenta y cuatro palabras de relleno antes de ponerme en serio con el tema
de la entrada.
Para
ir volviéndole a coger el tranquillo a esto de escribir sobre traducción audiovisual,
he pensado que lo más sencillo sería volver a centrarme en mi tema fetiche: los
superhéroes. (Sí, hoy voy a lo fácil. Volved a leer la primera línea). Creo que sería interesante hacer un pequeño repaso al doblaje de los últimos
productos audiovisuales de este género que han llegado a nuestro país y
detenernos en ciertos detalles curiosos, a ver si nos hemos perdido algo reseñable. Aunque al inicio del nuevo curso hay que aparentar cierta sensación de
novedad, los lectores habituales ya pueden imaginarse que no tardaré en saltar
a la piscina de la intertextualidad.
Y es que todavía aprieta el calor…

En
esta secuela, el grupo titular se desbanda y Rocket, un mapache parlante
contrabandista, acaba siendo raptado por uno de los villanos, el saqueador
espacial Taserface (si con esta frase no os he convencido de que la película es
maravillosa, no sé qué más puedo hacer). Rocket no puede evitar reírse de su
captor porque, vamos a ver, llamarse «Cara de Táser» muy serio no es. Para
intentar enfurecerlo, en el doblaje español le propone un nombre alternativo
igual de ridículo: «Cara Anchoa». Dada la razón por la que este término ha ganado popularidad en nuestro país, la polémica está
servida. ¿Acaso los youtubers también
están de moda en el espacio exterior? Hay que aclarar que, en versión original,
el término que usa Rocket es «Scrotum Hat»
y que el traductor de la cinta, Quico Rovira-Beleta, ha declarado que se inclinó por un equivalente más fiel, «Cara Escroto», que acabaría siendo
modificado en sala. Sin duda, se trata de una decisión arriesgada, pero creo
que el término elegido cumple con su función de hacer reír y va más allá de la
referencia, que sí cuenta con una clara fecha de caducidad. En unos años, nadie
se acordará del niñato que se llevó un sopapo por colgar bromas de mal gusto en
internet, pero cierto mapache seguirá despertando risas con su insulto y es muy
poco probable que la expresión rechine. Eso sí, el uso de este tipo
de adaptaciones culturales en exceso puede acabar sacando al espectador de la
película, pero sobre ese tema ya han hablado (y muy bien) tanto Scheherezade Surià como Carla Botella,
así que no seguiré enrollándome. Por cierto, Taserface era conocido como Táser
en los cómics españoles previos al largometraje, aunque ya os podéis imaginar
que era un personaje muy minoritario. Y creo que este es el último empujón que
necesitábamos para zambullirnos de una vez por todas en la intertextualidad, que
ya hemos hecho de sobra la digestión.
Es
por todos conocido que soy un poco tiquismiquis con los cambios de nombre de
los superhéroes cuando llegan al celuloide. Ya os expliqué mi teoría sobre que, en la actualidad, la moda imperante es
conservar en inglés el nombre de los personajes menos conocidos cuando este
aparece en el título del largometraje aunque siempre haya sido traducido al
español en los cómics. Pues bien, se confirma que Netflix es el nuevo cine,
porque también están aplicando esta estrategia en sus series de Marvel. Iron
Fist siempre había sido conocido como Puño de Hierro en nuestro país y The Defenders,
el grupo al que pertenece esta versión de Danny Rand, como los Defensores. Más curioso es el caso de Frank Castle, el
antihéroe de Marvel conocido como el Castigador en los tebeos, que pronto
protagonizará su propia serie en la plataforma. Su nombre se ha traducido de
hasta tres formas distintas en sus diversas apariciones en el cine y la
televisión:
- El Vengador. Cuando Castle llegó por primera vez a los multisalas en 1989 interpretado por Dolph Lundgren, los encargados de traducir el título se inclinaron por esta opción y no fueron demasiado fieles al cómic. El guionista tampoco.
- El Castigador. En 2004 este justiciero urbano volvió a dejarse caer por el séptimo arte con un largometraje propio dirigido por Jonathan Hensleigh y sí que se mantuvo el equivalente acuñado en las viñetas.
- The Punisher. Sí, con el artículo en inglés y todo. Así lo decidió Netflix (o, suponemos, su equipo de marketing) en la segunda temporada de Daredevil y así seguirá siendo en su spin-off de inminente estreno. Concuerda con mi teoría.
Visto
lo que les cuesta decidirse por un nombre, me extraña que el pobre no haya
acabado llamándose Max Power.
Me
gustaría acabar esta entrada centrándome en otro ejemplo curioso procedente del
mundo de la televisión. La serie Agents of S.H.I.E.L.D., intento de
llevar el Universo Cinematográfico Marvel a la pequeña pantalla, ha tenido una
trayectoria comercial como mínimo irregular. En busca de la audiencia perdida, sus
responsables decidieron introducir un héroe relativamente popular de la Casa de
las Ideas al principio de la cuarta temporada. A partir de entonces, un amante
de la alta velocidad con el cráneo llameante empezó a hacer acto de presencia
en algunos episodios. Este superhéroe, que cuenta con dos largometrajes en su
haber en los que fue interpretado por Nicolas Cage, recibe el nombre de «Ghost
Rider» en inglés. En el doblaje de la serie, se recurrió a su
equivalente de toda la vida en los cómics, «Motorista Fantasma», pero a esta
traducción le pasa lo mismo que a Fernando Alonso: el coche hace que falle.
Robbie Reyes, la encarnación del personaje que se presenta en Agents of
S.H.I.E.L.D., utiliza un automóvil como medio de transporte, no una moto.
Esto no hace necesario ningún cambio en inglés, pero precisó que en su
colección de tebeos española recibiera un nuevo alias superheroico: «Piloto
Fantasma». Como siempre, hay que recordar que estas decisiones pueden
depender de muchas otras personas aparte del traductor, pero se confirma que el
cuidado de la intertextualidad precisa de una documentación mucho más profunda
de lo que uno pudiera imaginar. Cuando se trabaja con una fuente documental con
tantos años de vida como los cómics de este género, el primer equivalente que hallemos
no tiene por qué ser el más adecuado para el contexto que nos ocupa.
Debe
de ser muy difícil ser motorista sin tener moto. Casi tanto como traducir
adaptaciones de superhéroes sin tener en cuenta los cómics.
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