Si eres de esos que piensan que las películas de dibujos animados «son solo para críos», me da que esta entrada no va a ser para ti.
Zootrópolis
(2016) fue una sorpresa muy agradable. Lo que podía parecer otro proyecto más
de Disney que pasaría sin pena ni gloria por las salas de cine resultó ser uno de
los mejores largometrajes (tanto animados como en imagen real) de aquel año. El
guion no solo acierta por completo en el tono, los personajes y el humor, sino
que también incluye un sorprendente comentario social sobre temas de tanta
actualidad como la discriminación racial, el machismo o el acoso que, probablemente, solo los más mayores podrán apreciar. Uno de esos
extraños casos en el que todas las piezas encajan y acaban creando un éxito
tanto a nivel de público como de crítica. Y, sin duda, todo un reto para los
responsables de su traducción a nuestro idioma. De hecho, Lucía Rodríguez Corral,
su traductora, y Lorenzo Beteta, su ajustador, acaban de recibir el premio ATRAE a «Mejor traducción y adaptación para
doblaje de película estrenada en cine» en la quinta edición de dicho certamen.
La excusa perfecta para dedicarle una entrada a este peliculón.
Lo cierto es que el
guion de este largometraje podría pasar perfectamente por un catálogo de la
gran variedad de dificultades a las que llega a enfrentarse un traductor
audiovisual. Para empezar, se desarrolla en un mundo imaginario habitado por
animales antropomórficos. Para adaptarlo al español, no queda otra que
ejercitar la creatividad y, como ya hemos comentado en
alguna ocasión, acuñar equivalentes en nuestro idioma para
términos inventados para la ocasión en la versión original. En el doblaje nos
encontramos con lugares como el Distrito Tundra, la Plaza Sahara o el Distrito
Selva Tropical u objetos como los guantes de trompa y los patapolos (pawsicles en
el original). Y también con mi equivalencia preferida, la Dirección Animal de
Tráfico (Department of Mammal Vehicles). Un nombre mucho más
sincero para este organismo que el que tiene en nuestra realidad.
Además, como
es de esperar, abundan los juegos de palabras. Solo hay que echarle un vistazo
al nombre completo de algunos de los personajes. Entre la fauna que habita esta
ciudad encontramos a la teniente de alcalde Ovina (Bellwether), el alcalde Leónidas Lionheart (Leodore Lionheart), el señor Nutrialson (Otterton) o el delincuente de poca monta
Comadríguez (Weaselton). ¿A que es
fácil adivinar de qué especie es cada uno?

Es imposible visionar
esta cinta y que no se te ocurran unas cuantas preguntas sobre cómo fue su
proceso de traducción. Afortunadamente, Lucía Rodríguez ha sido tan amable como
para dejarme hacérselas. Lucía es toda una especialista en cine de animación y es
la responsable de la traducción al castellano de títulos de la talla de Los Increíbles (2004), WALL•E (2008), Up (2009) o Frozen: El reino
del hielo (2013), pero, ojo, también de largometrajes tan adultos como Cincuenta sombras de Grey (2015) o la
muy recomendable Déjame salir (2017).
También es una experta en corrección de textos, redacción comercial y adaptación
y traducción creativa de textos publicitarios. A pesar de estar tan ocupada, ha
podido sacar un rato para atenderme. Os dejo con todo lo que siempre quisisteis
saber sobre la traducción de Zootrópolis
o, al menos, con lo que yo me he atrevido a preguntar.
—Lucía, pese a que de
manera previa a su estreno se podía pensar que Zootrópolis era un producto menor de Disney, la película acabó
cosechando un gran éxito de crítica y público (Óscar incluido). ¿Cuáles fueron
tus primeras sensaciones cuando te enfrentaste a este encargo? ¿Qué recuerdo
guardas en general del proceso de traducción?
Cuando empiezo a traducir algo, nunca pienso en términos de producto
«mayor» o «menor». Para mí, todos los encargos son importantes e intento
tratarlos a todos con el mismo cariño. Además, cuando empieza el proceso de
traducción, normalmente ni siquiera existe información publicada sobre la película,
por lo que una se enfrenta al proyecto sin prejuicios. En general, recuerdo
este proyecto como un proceso muy complicado, porque empezó a trabajarse con la
primera versión un mes de julio y no se terminó hasta enero del año siguiente.
Se hicieron muchas versiones diferentes y se trabajó en condiciones difíciles
para todos. Fue realmente tortuoso, no puedo decir que tenga muy buen recuerdo
del proceso, lamentablemente. Además, coincidió con una situación personal muy
dura y eso influyó, claro. La parte de traducción pura, la de creación, sí fue
divertida y gratificante, pero el recuerdo queda un poco empañado por lo demás.
Por suerte, es un caso excepcional y la mayoría de los proyectos discurren con
más fluidez para todos.
—Una de las
características más interesantes de esta película es que crea un universo
propio que resulta novedoso para el espectador. Adaptar al español todos los
elementos que componen este mundo animal debe de suponer todo un reto para la
creatividad del traductor. ¿Cómo te enfrentaste a este desafío?
La verdad es que no me planteé este desafío como algo especial. Llevo
muchos años trabajando en animación y la creación de elementos de fantasía
forma parte del proceso habitual. Mi enfoque es siempre el mismo: buscar una
simetría con la versión original. Lo que sorprende en inglés debe sorprender en
español, y por motivos parecidos. A mí lo que me funciona es eso: ser fiel al
original para que la obra doblada cause al espectador español las mismas
sensaciones que la obra en inglés. La traducción es un proceso creativo per
se, pero tampoco somos los guionistas originales. Hay muchas cosas que ya
están resueltas en el original, solo hay que dejarse guiar por ellas. Es cierto
que supone un reto para la creatividad, pero esa es precisamente la parte que
más me gusta de mi trabajo.
—La peculiar
ambientación de la cinta facilita que los juegos de palabras campen a sus
anchas por todo el metraje (y no solo en chistes puntuales, sino también en los
nombres de los personajes y algunas de las expresiones que utilizan). ¿Supuso
esto una dificultad añadida?
Te digo un poco lo mismo que antes. En ese sentido, esta película tampoco
es distinta a otras obras de animación. Es habitual que haya universos de
fantasía, chistes, nombres con significado... Por supuesto, todo eso supone una
dificultad añadida, pero también es lo que, a mi juicio, aporta interés a este
tipo de traducción: pone a prueba tu creatividad y te obliga a buscar
soluciones que no se encuentran en los diccionarios. Hay que echar mano del
cerebro. Ciertamente, añade complejidad, pero también hace que traducir sea más
divertido. Traducir podría ser más fácil, pero también podría ser mucho más
aburrido.
—Pese a tratarse de una
producción familiar, Zootrópolis cuenta con un subtexto bastante adulto y
presenta ciertas referencias que solo serán captadas por los más mayores. Aun
así, no olvida en ningún momento que también está dirigida a niños de todas las
edades. ¿En qué grado influye en tu trabajo la necesidad de mantener este
equilibrio?
Sinceramente, no influye demasiado. Como decía antes, si te dejas guiar
por el original, ese problema queda resuelto en gran medida. Yo nunca soy
partidaria de «simplificar» o «infantilizar» una traducción, aunque a priori
esté dirigida a niños. Si el diálogo original contiene vocabulario que pueda
considerarse «difícil», por ejemplo, creo que mi función como traductora es
plasmarlo de la misma manera. Y lo mismo pasa con todo lo demás. Si te
esfuerzas por conseguir un resultado simétrico en español, te aseguras de
respetar todos los matices (en la medida en que sea posible), en todos los
aspectos. Hacer una película es un proceso muy largo y costoso y todo lo que
aparece en pantalla está ahí por un motivo. Ha habido muchas personas que,
antes que nosotros, han dedicado tiempo, neuronas y dinero a hacer esa película
tal y como está: como traductores, debemos tener eso en cuenta. No podemos
cambiar las cosas porque sí. Siguiendo este principio, si el original tiene subtexto
adulto o referencias que no son infantiles, basta con que tratemos de no
pasarles por encima y plasmarlas de forma simétrica en la traducción. Basta con
no añadir ni restar cosas.
—La escena de los perezosos es uno de los momentos más recordados
del largometraje. Seguro que para Lorenzo Beteta, el ajustador, se convirtió en
un verdadero quebradero de cabeza. ¿Qué tal la experiencia de traducir «a
cámara lenta»?
En realidad, aunque esa escena es memorable, no dio demasiados
quebraderos de cabeza para la traducción. Incluso el chiste de la camella se
tradujo de una forma bastante literal, no hizo falta inventar mucho en español.
Pero lo cierto es que, cuando llevas traducidas ya varias versiones y llega la
escena del perezoso otra vez, lo que te apetece es
estrangularlo, entiendes perfectamente lo que siente Judy Hopps en ese momento.
—Teniendo en cuenta que
hoy en día el trabajo del traductor no recibe siempre toda la visibilidad que
debería, ¿qué ha significado para ti recibir un premio ATRAE por este proyecto?
Me ha hecho mucha ilusión recibir un premio ATRAE por varios motivos. El
primero, porque es un reconocimiento de los compañeros de profesión, y ellos
saben de lo que hablan. Así que se agradece especialmente que consideren que tu
trabajo es merecedor de un premio. En segundo lugar, porque ya he comentado que
este proyecto nos hizo sufrir a todos los que trabajamos en él y, la verdad, me
gusta comprobar que los esfuerzos sirven para algo. Ya que todos nos dejamos la
piel, es gratificante que se haya notado en el resultado final. Por supuesto,
que este premio sirva para dar visibilidad a nuestra profesión, me parece lo
más importante: para eso se crearon los premios ATRAE y están consiguiendo su
objetivo. En lo personal, me encanta que me hayan dado el premio cuando se
cumple mi vigésimo aniversario como traductora profesional. Pero, sinceramente,
lo que más me ha gustado de recibir este premio es la ilusión que les ha hecho
a mis padres. Me encanta que mi trabajo les haga sentir tan orgullosos.
Muchas gracias por
haber sido tan accesible y enhorabuena por el premio, Lucía.
Si queréis saber más sobre el trabajo de Lucía, podéis seguirla en
Twitter (@truchimana) o visitar su página web. Si queréis conocer más detalles sobre ATRAE y sus premios, solo
tenéis que pulsar aquí. Si queréis echarle un ojo a Zootrópolis,
os está esperando en Netflix.
Disfrutaréis de un doblaje que sabe lidiar con todos los retos que le pone la
versión original sin que el espectador apenas se dé cuenta y os demostrará
que, en algunos casos, las películas de dibujos animados no son solo para críos.
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