A lo largo del 2015, los
amantes del cine de espionaje estuvieron de enhorabuena. Desfilaron por la
cartelera acercamientos tan diversos a la figura del agente secreto como Kingsman. Servicio secreto, Espías, Operación U.N.C.L.E., Misión
imposible: Nación secreta, American
Ultra o Anacleto: agente secreto.
Todas ellas bastante divertidas y algunas incluso entre lo mejor del año (sí,
te estoy mirando a ti, Kingsman). Por
si todo esto fuera poco, en noviembre volvió a las andadas el mejor de los
espías. ¿El gobierno de los Estados Unidos? No, amigos, me estoy refiriendo a
James Bond.
Skyfall
(2012)
supuso una fusión perfecta entre todo lo que mola del nuevo Bond interpretado
por Daniel Craig y todo lo que molaba del Bond más clásico, sazonada con una
fotografía exquisita, un Javier Bardem desatado y un temazo de Adele de esos
que es imposible no ponerse a cantar a voz en grito con cualquier excusa. Una combinación
mejor que cualquier Martini con vodka (aunque sea mezclado, pero no agitado).
Después de esta bonita sorpresa, los seguidores de 007 morían por conocer
detalles de su siguiente aventura. No tardó mucho en salir a la luz que el
director Sam Mendes iba a repetir y, entonces, la pregunta pasó a ser cómo
lograría superarse esta vez. Cuando se reveló el título, a los fans de toda la
vida no les quedó ninguna duda…
Aunque puede que a
algunos de los fans españoles sí.
El título, que se ha
mantenido inalterado en nuestro país, no se refiere a ningún ectoplasma (lo
sentimos, Iker Jímenez), sino que alude a S.P.E.C.T.R.E., una organización criminal
internacional a la que solía enfrentarse James Bond en las películas clásicas. Dicho
nombre es un acrónimo en inglés de Special
Executive for Counter-intelligence, Terrorism, Revenge and Extortion. Su
líder era Ernst Stavro Blofeld, cuya icónica apariencia, que incluía calva,
cicatriz en el ojo y gato blanco en el regazo, inspiraría el inolvidable personaje
del Dr. Maligno de la saga Austin Powers.
Esta organización, que ya aparecía en las novelas de Ian Fleming, ha sido
siempre conocida en nuestro país como S.P.E.C.T.R.A. (¡la intertextualidad ataca
de nuevo!). El cambio de la última letra se debe principalmente a que el
significado que se ha establecido para las siglas en nuestro idioma es: «Sociedad
Permanente Ejecutiva de Contraespionaje, Terrorismo, Rebelión y Aniquilamiento». Sin embargo, este término no se ha utilizado como título español de la
película. Dejemos a un lado cualquier reticencia hacia la elección de la
productora (el «daño» ya está hecho) e intentemos dilucidar por qué motivo se inclinaron por esta solución.
El fenómeno ante el que
nos encontramos se trata de una unificación de marca provocada por cuestiones
de marketing. A veces, a las
productoras les puede venir bien que una película (o alguno de sus elementos)
mantenga la misma denominación en la mayoría de los países en los que se
estrena. Principalmente, debido a motivos comerciales. A pesar de no ser creativo publicitario, uno puede llegar a entender que el hecho de que tu marca
sea conocida por el mismo nombre en gran parte del mundo puede hacer un poco
más fáciles las cosas a la hora de promocionarla, sobre todo hablando de producciones
con costes tan altos. El principal inconveniente de esta estrategia es que
puede llegar a interferir en la intertextualidad. Por supuesto, estas decisiones
publicitarias vendrán determinadas por la productora y sus equipos de marketing y el traductor poco más podrá
hacer que acatarlas. Sirva esto de ejemplo de la manera en que distintos
factores externos terminan influenciando su trabajo. En algunos casos solo se
unifica el título, pero estas decisiones también pueden afectar al doblaje de
la película. ¿Qué ocurrió en esta ocasión?
Al escuchar los tráilers en español, muchos nos temimos
que la modificación no se limitaría al título y ya nos preparábamos para rebautizar a Blofeld y los suyos.
Afortunadamente, las decisiones de traducción tomadas en los tráilers no
siempre se repiten en el producto final, donde existe un mayor contexto. Una vez
en la sala de cine, descubrimos que los personajes seguían refiriéndose a la
organización criminal como «S.P.E.C.T.R.A.» en el doblaje español. No sabemos
si es lo que estaba previsto desde el principio, pero se agradece que, aunque
no haya sido posible conservar esta referencia tan especial para los fans del
espía británico en el título, sí se haya podido respetar la intertextualidad en
la propia película.
Como ejemplo de largometraje en el que se realiza una unificación de marca tanto en el título como
en el doblaje se me ocurre la ya citada Operación
U.N.C.L.E. (cuyo título original es The
Man From U.N.C.L.E.). Esta irregular pero simpática cinta de Guy Ritchie
está basada en una serie de los años 60 que fue conocida como El agente de la C.I.P.O.L. en España. Por
la razón que sea, la productora decidió mantener las siglas inglesas y
olvidarse de las traducciones previas (quizá no tenía demasiada confianza en la
popularidad de la marca en nuestro país). Eso sí, decidió mantenerlas con una pronunciación que sacaría los colores hasta a tu tío, ese que está aprendiendo
inglés por el método Vaughan. Pero bueno, volvamos al bueno de Bond, James Bond, que
estoy divagando.
Dejando de lado
cuestiones traductológicas, hay que decir que la película no está mal. Antes
que nada, tengo que confesar que siempre he tenido una especial predilección
por Daniel Craig como James Bond. Aunque vaya de moderno, el agente 007 no deja
de ser un señor con unos ideales anclados en el pasado (admitámoslo, podría ser un invitado perfecto para el programa de Bertín Osborne). El glamour nos ciega, pero estamos hablando de un alcohólico racista, machista y clasista que, en el fondo, no es más que un
matón a sueldo. El físico de Craig le encaja como un guante y no se puede negar
que el tío tiene mucho carisma. Por tanto, ya podéis adivinar que cuando ha
empezado a interesarme de verdad el personaje ha sido en esta etapa de la saga.
Tras el éxito de Skyfall, Sam Mendes ha decidido no
repetirse y ofrecernos un acercamiento diferente al espía británico, mucho más
cercano a su concepción clásica. El resultado, aunque lejos de redondo, es interesante. Es obvio que
esta entrega no supera a la precedente y que tiene serios problemas de ritmo,
pero la encuentro muy disfrutable. Uno no puede menospreciar una película con
un prólogo impresionante, escenas de acción divertidas y Christoph Waltz
haciendo lo que mejor se le da (hacer de Christoph Waltz). No sé si esta será
la última vez que disfrutemos a Daniel Craig como agente al servicio de su
Majestad, pero hay una cosa de la que estoy seguro.
Volveremos a vernos,
señor Bond.
¡Hola, Yeray!
ResponderEliminarInteresante observación. Parece que, si ya teníamos claro que en traducción audiovisual la imagen se impone al diálogo, ahora hay que añadir el marketing a la lista, aún a costa de la intertextualidad. Lo que me pregunto es: entre la imagen y el marketing, ¿quién puede más? :-P
Por cierto, ¿tienes alguna evidencia de que lo que han hecho con U.N.C.L.E. se deba a una decisión de marketing, y no a un simple error de doblaje? En cualquier caso, es un ejemplo que me ha marcado desde que lo vi. Ahora a ese fenómeno yo lo llamo "hacer un uncle".
¡Un saludo!
¡Hola, Guillermo!
EliminarQué alegría leerte por aquí. Últimamente se está anteponiendo mucho el marketing al sentido común, por desgracia, pero de vez en cuando se toman decisiones en las productoras que llaman a la esperanza.
Sobre lo de U.N.C.L.E., creo que podemos estar algo seguros de que el marketing tuvo algo que ver. Más que nada, porque unificaron el término para toda Europa. En Hispanoamérica sí que volvieron a usar «C.I.P.O.L.», pero igual fue porque allí es una marca más potente. Sobre cómo lo pronuncian... eso sí que no sé a quién se le ocurrió. De todas maneras, te cojo prestada la expresión «hacer un uncle» desde ya, porque me parece perfecta.
Saludos.