14 de diciembre de 2015

¿Qué hay de nuevo, conejo? La intertextualidad y Roger Rabbit

Si vamos a seguir juntos en esto, hay algo que tenéis que saber sobre mí. Como ya conoceréis si seguís mi Twitter (@RayoGarcia), no tengo muchos vicios, pero sí una gran obsesión: la intertextualidad. Cualquiera que haya estado mínimamente interesado por la traducción habrá escuchado miles de veces eso de «todo depende del contexto». Así es. No es lo mismo que Forrest Gump te diga: «Me voy a correr» que te lo diga Christian Grey. Ahí está actuando el contexto, pero también un par de intertextos. Sin la intertextualidad no sabríamos quiénes son esos dos personajes, ni las obras de las que provienen. Rosa Agost, una auténtica autoridad en esta materia, definía la intertextualidad en su libro Traducción y doblaje: palabras, voces e imágenes como «la aparición, en un texto, de referencias a otros textos […] que funcionan como signos que el espectador ha de saber descifrar si quiere comprender el significado total del texto». Lo cierto es que todo texto contiene referencias a otros textos, así que esta es una propiedad textual a la que el traductor deberá prestar especial atención.

Todo en esta vida es más fácil de entender con ejemplos, así que vamos a fijarnos en cómo se lidió con la intertextualidad en el doblaje de ese gran homenaje al cine de animación que es ¿Quién engañó a Roger Rabbit? (1988), traducida por Alicia Losada y ajustada por Carlos Revilla en nuestro país.

Hoy en día estamos acostumbrados a los cruces entre películas, con superhéroes que viven en universos compartidos y monstruosos psychokillers que coinciden en el mismo film con sangriento resultado, pero el largometraje que nos ocupa ya consiguió reunir a los dibujos animados más importantes de su época. Personajes emblemáticos de Disney, Warner o Universal hacen apariciones estelares a lo largo del metraje. Tiene mérito, sobre todo teniendo en cuenta que pertenecían a productoras diferentes (que la película emocionara a Spielberg y estuviera metido en el ajo como productor seguro que ayudó). Por tanto, esta cinta nos viene como anillo al dedo para ejemplificar diversas maneras de traducir intertextos al español.

A la hora de enfrentarse a un elemento intertextual, el traductor tiene a su alcance dos soluciones básicas. Por un lado, puede realizar una traducción referencial, es decir, puede mantener la traducción que se le dio en obras previas al intertexto para lograr el mismo efecto en el nuevo receptor. Por otro, puede inclinarse por una traducción alternativa, perdiendo la referencia que se había incluido intencionadamente en el original. En este largometraje se utilizan ambos métodos.

La escena final nos ayuda a hacernos una idea de la cantidad de «dibus» (decisión acertadísima de traducción para el «toons» inglés) reconocibles que aparecen en la cinta a la vez que nos sirve de primer ejemplo. Como no podía ser de otro modo, la película se cierra con el cerdito Porky pronunciando su habitual «That’s all, folks», acompañado en esta ocasión por Campanilla. En la versión española, la traductora reconoció la frase que cerraba todos los cortos de la Warner y llevó a cabo una traducción referencial manteniendo el equivalente al que estamos acostumbrados: «Eso es todo, amigos».


Otro caso de intertextualidad solucionado de la misma manera ocurre cuando, pasado el cuarto de hora de metraje, contemplamos un divertido duelo de pianos entre el pato Lucas y el pato Donald. En el fragor de la batalla, Lucas no puede evitar soltarle su mítico «You are despicable» al pato contrincante. El doblaje mantuvo el habitual «Eres despreciable», frase que resultará familiar a cualquiera que conozca a los Looney Tunes o a cualquiera que haya salido a ligar conmigo. Es especialmente recomendable mantener las traducciones habituales de las coletillas de los personajes para conservar la intertextualidad, puesto que se basan en la repetición y cambiar una sola palabra puede hacer que al espectador le suenen a klingon.

Como nadie es perfecto, en este doblaje también encontramos varias traducciones alternativas de intertextos, haciendo los guiños a otras obras más difíciles de percibir para el espectador. Las causas para recurrir a este tipo de solución pueden ir desde una falta de documentación que impide reconocer el elemento en cuestión hasta una petición expresa del cliente de modificar su traducción, sin olvidar que pueden ser fruto de un cambio realizado por el ajustador.


En nuestro siguiente ejemplo aparece, precisamente, una coletilla. Cuando nuestro protagonista, el detective Eddie Valiant, visita Dibullywood, hogar de los «dibus», se encuentra con Mickey Mouse y Bugs Bunny en una situación algo comprometida (cayendo al vacío desde un rascacielos). Bugs le saluda diciendo: «¿Qué hay, Doc?». Esta frase suena algo rara, y no solo porque, que nosotros sepamos, Valiant no cursó ningún título en Medicina. Lo que decía el conejo en cuestión en la versión original era «What’s up, doc?», un saludo que en nuestro país habitualmente ha sido traducido por «¿Qué hay de nuevo, viejo?». La nueva traducción, más literal, hace que este guiño pase desapercibido para el espectador español.

Los nombres propios también pueden ser transcendentales para la intertextualidad. Pocos segundos antes de conocer a Bugs y Mickey, aunque ya en caída libre, nuestro protagonista se encuentra con un pequeño pájaro amarillo. Para nuestra sorpresa, en el doblaje español el detective le llama «Tweety». Una conservación del nombre en inglés que nos parecería normal si a este observador de lindos gatitos no lo conociéramos como Piolín. No sabemos si estas traducciones alternativas se debieron a problemas legales para usar los nombres en español, a modificaciones llevadas a cabo durante el ajuste o, simplemente, a que no se captaron las referencias, pero de lo que no cabe ninguna duda es de que el efecto de estos elementos no fue el mismo para el espectador español.

Si algo demuestran todos estos casos es que la intertextualidad resulta un aspecto de vital importancia para la traducción. El traductor tiene que detectar todas las referencias, que pueden estar escondidas o aparecer cuando menos se espera, y ser extremadamente cuidadoso a la hora de darles un equivalente. Se necesitará una importante labor de documentación, pero mantener esta propiedad textual resulta esencial para realizar el mejor trabajo posible. El traductor no deja de ser un productor de textos y, por tanto, nunca debe olvidar que todo texto contiene referencias a otros textos.

¡Eso es todo, amigos!

(Por lo menos, hasta después de Navidad).

1 comentario:

  1. Miguel Ángel Rubira López14 de diciembre de 2015, 15:59

    Lo que has querido dejar claro, a parte de asegurarte que a le gente le gustara (como a mi), que sientes cierta debilidad por los conejos xD

    PD: Ya se que regalarte por tu cumple.

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