No sé si el Joker ha
vertido veneno en las redes sociales además de en la presa de Gotham City, pero
los comentarios de algunos usuarios parecen llenos de dicha sustancia. Está
científicamente comprobado que surfear la Red es una de esas actividades que no
puedes llevar a cabo durante mucho rato sin acabar poniéndote de mala leche,
como conducir o ver un programa de Salvados.
Y, en el fondo, todos somos culpables de ello en mayor o menor medida.
Admitámoslo: nos va el
salseo. El funcionamiento actual de las redes sociales nos obliga a tener siempre
a mano una opinión formada sobre todas las cosas y criticar da mucho más juego
que alabar. Estamos tan asentados en esta dinámica que la reproducimos casi sin
darnos cuenta en cualquier ámbito. Y sí, aquí es donde empezamos a hablar de
traducción.
A principios de año
Pablo Muñoz (@pmstrad),
un nombre que os debería sonar si estáis interesados en esto de la traducción,
publicó un
vídeo inspirado por un tuit de Antonio Sirera (@astranslates),
que os empezará a sonar dentro de muy poco si no lo ha hecho ya. Ambos se
mostraban contrarios a la aparente necesidad de criticar malas traducciones presente
en numerosos trabajos académicos centrados en esta disciplina. Malas
traducciones que pueden venir originadas por factores externos, no lo olvidemos.
En su opinión, no estaría de más recalcar de vez en cuando que ahí fuera también
hay toneladas de buenas traducciones de las que hay mucho que aprender.
Leerles me hizo
reflexionar y darme cuenta de que en este blog yo (el burro delante) he caído
en ese error en numerosas ocasiones. Las equivalencias erróneas, los fallos de
documentación o, para ser más claros, las salidas de tiesto dan más juego a la
hora de divulgar sobre traducción audiovisual y son mucho más vistosas que las
decisiones acertadas, pero no deberían eclipsarlas. Por este motivo, se me ha
ocurrido que no estaría mal dedicarle una entrada entera a una buena traducción
para compensar. Sin más excusa que celebrar el trabajo bien hecho.
La traducción elegida ha
sido la correspondiente al doblaje de Buscando
a Dory (2016), secuela algo
tardía de Buscando a Nemo (2003) que solo
puede ser criticada por ir sobre seguro repitiendo el esquema de la original, pero
¿de verdad hay alguien al que le parezca mal que exista una película
a mayor gloria de Dory? Creía que no se podía vivir sin corazón. Volviendo al
tema que nos ocupa, su adaptación al español tuvo como traductora a Lucía
Rodríguez (con la que, por cierto, tuve la suerte de hablar
hace unas entradas) y como ajustador a José Luis Ángulo. Os voy a dar tres
razones por las que me enamoré de su trabajo. Solo tres pequeños detalles en
una peli de ciento tres minutos. Y no vais a necesitar nada más para entender a
la perfección por qué me moló tanto.
1.
El cameo que nunca estuvo allí
Los constantes despistes
de Dory hacen que se pierda en medio del océano y llegue hasta el Instituto de
Biología Marina de California. Allí le recibe una voz pregrabada, procedente de
altavoces desperdigados por todo el recinto, que en la versión anglosajona se
presenta como la actriz Sigourney Weaver. Dory, que, por lo que sea, no ha interactuado
demasiado con la tecnología a lo largo de su vida, comienza a responderle. Ver
a un pez intentando comunicarse con la protagonista de la saga Alien y repitiendo su nombre sin parar
resulta delirante… si conoces la referencia. No sé yo si muchos niños españoles
pillarían el chiste. Por lo visto, los responsables de la adaptación tampoco estaban
demasiado seguros. En el doblaje al castellano se modificó la identidad de la
anfitriona incorpórea y estas son las primeras palabras que pronuncia: «Soy la
guía marina». Dory se referirá a ella como Marina durante el resto de la «conversación».
El cambio provoca una reacción igual de descacharrante y más asequible para el
espectador prototípico de este largometraje.
2.
Ostra vuelta de tuerca
A lo largo de su
búsqueda de Dory, los peces payaso Marlin y Nemo van conociendo a todo tipo de
fauna marina. Uno de estos extraños compañeros de viaje es una ostra con la que
mantienen un cómico diálogo que acabará resultando determinante para la
historia. El precio a pagar por obtener una información muy valiosa es aguantar
que el molusco les cuente su vida. Acaba hablándoles incluso de uno de sus grandes amores, una vieira llamada Shelley en inglés (si queréis entender el
juego de palabras, solo tenéis que buscar el significado en español de la
palabra «shell»). El equivalente
escogido para su nombre en nuestro idioma fue Conchi. Creo que no es necesario
malgastar más líneas en explicaros por qué es una decisión genial que provoca
tanta risa en el público al que se dirige como el juego original.
3.
Algo pasa con Dory
No sé si podrá
considerarse un destripe (y más teniendo en cuenta que el título original de la
cinta es Finding Dory), pero
en cierto punto de la película Marlin y Nemo encuentran a nuestra olvidadiza
protagonista. A este reencuentro, que tiene lugar en el interior de unas
cañerías (y que sucede bastante antes del desenlace, para que se queden
tranquilos los que no la hayan visto), le sigue una charla que presenta varias
diferencias respecto a la versión inglesa. ¿Será posible que estas
modificaciones hayan sido introducidas de manera consciente y que, encima,
hayan dado buen resultado? Estoy seguro de la respuesta que me ofrecería
cualquier lector de mente cerrada, fiel creyente en que la traducción literal
es la única manera de hacer bien este trabajo, pero vosotros habéis venido con
la mente bien abierta, ¿verdad?
Echémosle un vistazo a
las dos versiones:
INGLÉS
|
ESPAÑOL
|
MARLIN:
Dory, do you know how we’ve found you?
DORY:
Something about a clam or…?
MARLIN:
No.
DORY:
No, an oyster?
MARLIN:
No.
DORY:
Mollusc?
MARLIN:
No.
DORY:
Something?
MARLIN:
No.
DORY:
I don’t know.
|
MARLIN:
¿Sabes cómo te hemos encontrado?
DORY:
¿Algo de una gamba?
MARLIN:
No.
DORY:
¿De una ostra?
MARLIN:
No.
DORY:
¿Un alga?
MARLIN:
No.
DORY:
¿O algo?
MARLIN:
Nada.
DORY:
¿Que nade?
|
Lo que en inglés solo
era un diálogo funcional que nos recordaba una vez más que la protagonista
tiene pérdidas de memoria a corto plazo se convierte aquí en un intercambio mucho
más divertido y que se permite el lujo de recurrir a una serie de juegos de
palabras que harán reír al espectador (sin importar su edad). Dado que los
olvidos de Dory son mucho más numerosos en esta secuela, pierden algo de fuerza
cómica y pueden resultar algo repetitivos, un problema que en este caso se
soluciona buscando el humor en la también característica ingenuidad del
personaje. Nos encontramos ante elementos que no estaban presentes en el original,
pero que no chirrían, encajan como un guante en la película y ayudan a facilitar el transvase a los nuevos espectadores. Ya os dije que los lectores de
mente cerrada iban a flipar.
Al final, las
traducciones, ya sean para doblaje, subtítulos o un largo etcétera, no dejan de
ser nuevas versiones de un texto. Versiones que pueden empeorar de formas claramente
perceptibles el producto que las origina, pero que, oh, sorpresa, también
pueden mejorarlo de algún modo, aunque a veces nos cueste apreciarlo. Algún día
todos los espectadores asimilaremos esta cualidad intrínseca de las
traducciones y comprenderemos que es imposible visionar una copia idéntica del
original en nuestra lengua. Solo entonces seremos capaces de criticarlas con
fundamento. Y de disfrutarlas.
Gracias por hacernos notar estos estupendos trabajos.
ResponderEliminar¡A ti por leerme!
EliminarSiempre es más sencillo señalar los problemas que los aciertos. Al hacer el esfuerzo de mostrarlos, aprendemos a apreciar más el trabajo ajeno y podemos orientarnos para hacer mejor el nuestro. ¡Gracias!
ResponderEliminar¡Guau! Soy de latinoamericano, aunque no soy interprete/traductor profesional, pero me encantó cómo usaron ese fragmento en inglés para hacer una pequeña broma al español. 10/10.
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